En un instante

Despertó aturdido de migrañas, algo habitual en él. Se sentó al borde de la cama e intentó analizar en vano cuándo fue la última vez que no sentía ese persistente dolor de cabeza mañanero. Observó el reloj, invadido y aturdido de pensamientos, como aquel que da la hora y al momento se le olvida. A duras penas se levantó, y al observar la botella de ron añejo a medio acabar que reposaba en la cómoda de su camarote, meditó si continuar en su proceso de vaciado, pero se sintió más abatido que de costumbre y finalmente decidió aproximarse al baño para despejarse con agua tibia.

Mientras caminaba descalzo hacia su destino, el suelo de madera crujía a cada paso e instintivamente apoyaba sus manos hacia ambos lados del estrecho pasillo entre el hipnótico vaivén del navío. Más oleaje para esta jaqueca, gruñó.

Se aproximó al espejo del baño y se observó el rostro detenidamente. Se sorprendió así mismo mirando detalladamente a la persona reflejada. Hacía lustros que no se examinaba con tanta determinación, incluso se asustó de la profunda mirada que se clavaba rebotada en sus propios ojos. Tanto así que caló su alma, si es que aún la conservaba. Ahí estaba él, frente a frente. Cara a cara con su reflejo. Nadie más.

Se observaba como quien observa a un viejo amigo que no ha visto en décadas. No conocía muchas de las grietas de su frente, ni recordaba el color verdoso tan radiante de sus ojos, tampoco algunas de sus cicatrices acumuladas de profesión. La última vez que se observó con tanto empeño era un prometedor joven con todo un futuro por delante.

Tuvo sueños, como cualquier niño. Pero nunca los cumplió, como cualquier adulto. Tuvo sus dudas, sus miedos e inseguridades que bloquearon todas sus escapatorias hacia un destino mejor. Permaneció viviendo en las continuas dudas de su mente. ¿Estaba ya preparado para dar el siguiente paso? Continuó esperando, sin atreverse a avanzar durante el resto de su vida. Así, sin más. De este modo, el viejo capitán vivió entre el eterno «y si…» y la desconcertante duda del «¿será el momento…?«.

Así navegó pesaroso hasta el último día de su vida, cuando finalmente, en su último suspiro, comprendió que había perdido la vida en un instante.

Capitán Quirós.

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